De los campos traviesa

De pronto pasó otro mes, varios días, algunas semanas, incontables vidas; mirar atrás en el tiempo se vuelve extraño, en el sentido de rareza, en el sentido de sentirse muy distinto y a la vez, el mismo.

Rodrigo volvió a decir el otro día que si yo llevaba ya dos años o ¿cuántos? Viviendo aquí que, quién sabe porqué le parecía.

Al mirar las algunas fotos, al voltear a encontrar mi reflejo en algún, cualquier vidrio, me veo de pronto tan aquí y, si se deja así nomás parecería que llevo aquí más de dos años o que simplemente aquí-así siempre he estado, pero sería necio, no sería justo; la verdad es que hace apenas varios días, algunas semanas, incontables vidas, fui entonces algún otro que, no sabía o no había visto y en muchos sentidos ni se imaginaba gran parte de lo que luego en los siguientes varios días, algunas semanas e incontables vidas tendría que atravesar ¿También te pasa?

Atravesar por decir de cuando se atraviesa una calle, de cuando se camina un sendero, atravesar por decir de cuando se atraviesan pensamientos, dudas, hasta vacilaciones; atravesar por decir de que algo había y se paso junto, muy cerquita o por el mero centro para poder estar al otro lado.

Atravesar por decir de lo más cotidiano, como la puerta de la habitación en la mañana para salir al mundo a prepararse una taza de café; atravesar por decir de lo no tan evidente como de cuando se atraviesan las incuantificables dudas antes de subir por primera vez a un autobús con destino a un barrio jamás visitado, atravesar por decir de cuando se atraviesa un debate muy propio y silencioso ante la dependienta del oxxo que le pide a uno rectificar, si estos o aquellos cigarros y sin saber qué ni porqué pero, algo se atraviesa para señalarle que son los de sin filtro que están en la esquina; atravesar como se atraviesan los miedos y las limitaciones de uno al saberse despierto a la misma hora que anuncia su llegada el camión de la basura, atravesar como se atraviesa esa ventana de posibilidades al elegir uno de los tantos cafés dónde sentarse a estar un ratito en paz y pensar en cosas que le hagan sonreír.

De alguna forma la vida es un gran cruce, de no estar vivos a estarlo, hasta volver a no estarlo, al menos, en cuanto a lo más evidente se refiere.

Nos cruzamos y nos atravesamos todo el tiempo, con todo lo que hay a nuestro alcance cada día, de una y mil maneras, sobre todo y muchas de las veces, cuando nadie más nos mira. Es una cosa de ser así, de estar aquí.

Sigilosamente caminando en las calles, de repente y sin buscarlo, nos cruzamos con alguien que algo dice o algo hace y nos recuerda o nos intriga y, así con ese aire de ni siquiera darse cuenta nos hemos cruzado también de camino hacía otro lado sin querer, sin pensar y sin saber, hasta darse cuenta y cruzar los brazos para pensar que se cruzó algo en algún momento y que, ahora ya no se sabe con precisión en dónde se está. Ya cruzado de brazos se atraviesan las premuras, los tanteos y demás campos traviesas hasta cruzarse de nuevo con aquella certeza que le indica a uno qué sí, que es cierto, que se había salido de casa para ir al abasto y que esa vuelta otra había sido un cruzarse con algo que de alguna forma... también a uno lo atravesó.

A propia mano, nos atravesamos en mañanas al pensar todo lo que resta por hacer, en las avenidas inmensas que se tendrán que cruzar; que al mirarlas así de a primeras, se perciben enormes, de imaginarlo todo tiende a parecer de dimensiones más allá, eso es cruzarse, uno mismo con la imaginación, recordar que se tiene el poder de imaginar aviones que vuelen junto, muy cerquita o por el mero centro de nosotros mismos, cruzarte con los hilos del telar sobre el que te vas tejiendo, atravesándote sin piedad y por cada orificio donde te quepa un hilo.

Aunque decirlo así de nomás en figuras pareciera hacerle un favor al recuerdo, la verdad, sería necio no reconocer que ese que aparece en el recuerdo y aquel que está leyendo justo ahora ya no son el mismo, que algo cambia cada día que algo se atraviesa, algo que primero era imposible, se vuelve en algo desafiante, se convierte en posible y al cabo de varios días, algunas semanas e incontables vidas, nos empieza a parecer normal.

Tagor D'Ju